Nací en Bélgica un hogar católico, primero de 3 hijos.  Mis padres, Jean y Bernadette, ellos mismos practicantes, nos enseñaron lo poco o mucho de lo que ellos conocían de su religión.

 

Como unos de los hermanos de mi papa era sacerdote, la religión seguía presente en todos los eventos y ceremonias familiares: cumpleaños, bautismos, primeras comuniones, comuniones solemnes, confirmaciones y luego matrimonios y entierros.

 

Sin dejar de practicar la fe, pero sin hacer esfuerzos para conocerla un poco más, me case con una colombiana, Cristina Díaz Velásquez, y nos trasladamos a Colombia, donde quedamos en contacto con una comunidad religiosa, los salvatorianos. Pues uno de ellos, el Padre Ignacio Madera Vargas, había propiciado nuestro amor durante su doctorado en teología en la Universidad Católica de Louvain donde nosotros también estudiábamos. Tenemos 2 hijos, Juan Pablo y Felipe.

 

A los pocos años de haber llegado, realizamos el Encuentro Matrimonial y nos insertamos en una propuesta naciente de comunidad de salvatorianos laicos a nivel nacional.

 

Después de tanto tiempo de caminar en estas 2 direcciones para aprender, compartir y actuar la Fe en Cristo, sentí otro llamado ineludible en el diaconado permanente del cual sigo siendo, apoyado de manera decidida por Cristina, candidato en la arquidiócesis de Medellín.

 

 

Paralelamente,  después de haber montado, vivido de y cerrado una empresa familiar de publicidad por 28 años, haber sido cooperante en Fe y Alegría, regional Antioquia por 5 años creando un programa de fortalecimiento de microempresas en medios populares, pusimos en funcionamiento en 2007 la fundación Opción Futuro acompañando madres cabezas de familia en su anhelos de construir entre ellas la empresa solidaria Solidarité.