SARA Y TIMO.

Sara y Timo estaban casados desde hacía 10 años. Cuando se habían conocido, ella ya tenía una niña, Salome, de 7 años. Él era soltero y había estudiado veterinaria: le encantaba los perros.

 

Es precisamente a través de los animales que se habían encontrado. En ese entonces, Sara tenía una hermosa pastor colee que iba a dar a luz. Timoteo, ese era su verdadero nombre, había ido a ayudar al parto de lo que resultaron  6 lindos cachorritos.

 

Al inicio de la vida matrimonial, todo había transcurrido con normalidad: los dos trabajaban, Salome estaba ya en primaria y los perritos habían crecido tanto que habían tenido que vender y regalarlos todos menos uno gordito, que la niña había querido conservar. Este no dejaba objeto sin morder en la casa, más bien exigua, que habían podido conseguir gracias a los ahorros de ambos.

  

Acomodarse el uno al otro más la niña no había sido fácil, pero al fin y al cabo el amor mutuo había triunfado y las cosas andaban bien.

Demasiado bien. Por las noches, Timo se sumergía en sus libros de estudios mientras Sara ayudaba a Salome en sus trabajos escolares y después se acostaba a ver telenovelas, que tanto  le aterraban a él.

 

Algún día se habían percatado que la vida, sin hijos de los dos, no tenía sentido y Sara había quedado en embarazo de un niño, de dos y de tres. Era ahora una feliz familia compuesta por Papá, Mamá y 4 hijos: Salome de 17, John de 8, Tomas de 6 y Felipe de 2 años, más los 2 perros.

 

Sara, poco a poco, se había dejado absorber completamente  por su familia. Entre los primeros novios de Salome, las tareas de John, los juegos de Tomas y las diabluras de Felipe, ya no tenía tiempo para atender a su esposo. Esto lo entendía él perfectamente, tanto que había empezado a ayudar a lavar la loza, tender camas, restregar la ropa, barrer, trapear.

 

Lo que menos le gustaba a Timo era que Sara estaba cansada a toda hora. Como sucedía muy a menudo, él se refugiaba en sus santos libros hasta las 1 o 2 de la mañana.

 

-      -  Así es la vida. Así es la vida del matrimonio, le decía su mamá a Timo cuando ese hablaba, de vez en cuando, del tema.

 

Sin embargo, Timo y Sara no estaban de acuerdo. Y después de mucho pensarlo y discutirlo se dieron cuenta que habían caído en una de las trampas mortales de las parejas: la rutina, el aburrimiento.

 

Esa enfermedad la habían ya detectada en varias parejas de amigos: unos que ya se habían separados y otros que atravesaban dificultades para seguir juntos.

Sara y Timo pretendían arreglar el problema de una vez por todas y tomaron una decisión.

-    - Cada semana, llamamos a tu hermana para cuidarnos los hijos y salimos a cambiarnos las ideas y hacer algo los dos, había sugerido Sara.

-              -  Bravo, buena propuesta, había respondido Timo.

 

E aquí a los dos delante de un exquisito helado antes de comprar 2 boletos para cine.

-         -  Propongo que por nuestra primera salida, veamos una de estas películas de Amor que te encantaba tanto cuando éramos novios, digo Sara.

-         - ¡A no!, yo pensaba que podríamos ver la última de Misión Imposible, la número 6, creo, replico Timo.

-      - Siempre bala, sangre y violencia, dijo Sara recordando que su película de amor empezaba en 10 minutos, justo el tiempo de comprar los tiquetes y de instalarse a un buen lugar en la sala.

-           No creo que sea justo, murmuro Timo disgustado. Siempre tienes que tener la razón. Siempre tengo que perder yo.

 

No se sabe exactamente porque y como sucedió, de pronto por lo demasiado cansado que estaban los dos, de pronto por las dificultades financieras que atravesaban hace algún tiempo, de pronto porque el amor ya se había marchitado entre ellos, pero Sara y Timo, pareja ejemplar a la vista de todos sus familiares y amigos, terminaron peleando, reprochándose viejas historias y viéndose como nunca antes lo habían creído posible: como dos enemigos.

 

Esta noche cada uno regreso a casa de manera distinta: el cogió el bus y ella un taxi. Afortunadamente, sus hijos ya estaban dormidos. Se acostaron  furiosos, sin hablar. Sara en la cama matrimonial. Timo en el sofá.

Sara puso el reloj a las 6 am, pues se tenían que levantarse todos a esa hora para poder alcanzar sus respectivas actividades: trabajo, colegio y guardería.

 

Se despertaron los dos al mismo tiempo, pues ninguno había dormido bien aunque lo pretendiera. A las 5 am sonó el despertador. Pero nunca habían oído este sonido que decía: “Perdónalo porque no sabe lo que hace”. Y más: “Perdónale como Yo te he perdonado”.

 

Lo más sorprendente es que ninguno de los hijos se despertó. Ninguno escucho la Voz, que si habían oído sus papás.

Después de despertase asustados, caminaron el uno hacia el otro y se abrazaron como el primer día. Tuvieron 1 hora – entre las 5 y las 6, hora en que realmente sonó el timbre – para reflexionar sobre lo que les había pasado la noche anterior y pensar en cómo curar las heridas y seguir enamorados.

 

Prometieron también explicarlo a otros casados y volverse la Voz del Señor, la Voz que despierta a las 5 de la mañana los corazones anquilosados, enfermos o lesionados.

-      - Hoy hacemos parte de SOS  Familia, una organización mundial de ayuda, expresa Sara

-          -  Realmente aquel día, te quería ahorcar a pesar de armarte tanto, agrega Timo

 

-     - De eso aprendimos: construir cada día es la mejor forma de permanecer juntos y apasionados el uno por el otro, haciendo felices a todos los que nos rodean, finalizaron los dos.