EL BALÓN.

Me entusiasmo siempre que hay buen futbol a la televisión. Y hoy en día estamos muy bien servidos.

 

Canales exclusivamente dedicados, copas regionales, nacionales, continentales, mundiales, prensa deportiva, retransmisión de campeonatos locales, streaming por internet que permite ver casi cualquier partido en cualquier lugar del mundo, álbumes de viñetas…

Para los más fanáticos, el festival de colores: negro, amarillo, rojo, verde, azul, naranja, blanco de las camisetas rivalizando con el color del césped, puede repetirse todos los días.

 

¿Quién habría pensado eso en 1848 cuando estudiantes de universidades inglesas trataron de unificar las normas un juego con una bola empujada con el pie enfatizando sobre la habilidad de los participantes?

 

¿Por qué en siglo y medio, este deporte se ha vuelto el primero a nivel mundial? ¿Por qué todas las otras actividades humanas, para miles de personas, se paran cuando “hay futbol”?

¿Por qué tantas discusiones rondan alrededor de los equipos, jugadores, jugadas, goles?

 

Ciertamente tengo que criticar y oponerme enérgicamente a todos los desbordamientos - asesinatos, peleas, disturbios, corrupción, borracheras…- que se presentan alrededor del deporte. Pero eso NO es el futbol.

 

Como cristiano - porque todo lo que es humano nos tiene que interpelar - también me tengo que preguntar por qué el balompié es tan popular.

 

Desde los patios de recreación de las escuelas primarias, desde las ligas menores de miles de equipos, desde el sencillo partido que reúne los habitantes de pueblitos vecinos un día de invierno con menos 2 grados, en mi Bélgica natal, desde el papa Francisco abiertamente hincha del San Lorenzo de Argentina, desde los encuentros promovidos entre sacerdotes, seminaristas y diáconos en mi arquidiócesis, no puedo evitar la pregunta.

 

Y la respuesta no es fácil: a primera vista Jesús está lejos de los guayos.

 

Lo primero que se puede decir es que existen siempre 4 grupos de personas: los jugadores, los entrenadores, los árbitros y los espectadores. Sin uno de estos 4 falta, el espectáculo no está completo.

 

Lo segundo es que es un juego de equipo. Me puedo destacar con mis capacidades, sí. Pero, a la vez, es siempre gracias al equipo, a los pases tácticos, a las estrategias utilizadas entre todos que se participa.

 

Lo tercero es que necesito bien poco para jugar: una pelota, un lugar plano y 4 palos para delimitar las porterías.

 

Lo cuarto es que en la cancha, todos se unen alrededor del juego, sin diferencias de color, estatus socio-económicos, nacionalidades.

 

Lo quinto es que es antagónico pero fraternal: 2 equipos se disputan el éxito pero, al fin de cuentas, la fiesta es de todos. La razón última es pasar un rato agradable entre amigos festejando simplemente el hecho de estar juntos.

 

Ya con estos 5 elementos, podría lanzar algunos puentes entre la Fe y el Futbol.

 

La Fe como el futbol tiene ACTORES distintos: los que actúan, los que entrenan, los que juzgan y los que miran.

La Fe hace mover, obrar a los creyentes. La Fe necesita también de cristianos preparados que enseñen con métodos acertados para ganar el partido de la vida. La Fe requiere de organización, reglas, normas bien establecidas, pero también lo suficiente amplias para que todos estemos incitados a jugar. La Fe desafortunadamente tiene mucho público que no hace sino mirar sin comprometerse pero que, con sus emociones, incitan a los primeros a trabajar. 

 

La Fe es un juego de EQUIPO que en sus términos se llama IGLESIA: no puedo decir tener Fe si no la comparto.

 

La Fe es SENCILLA: basta esparcir Amor, saber que este Amor viene del Creador de todas las cosas, rendirle culto amando al hermano, a la manera, imagen y semejanza de Cristo, Dios humanado.

El resto es importante pero solo es complementario. ¿Si no practicas el Amor de que te sirve lo otro?

 

La Fe es UNIVERSAL, tumba las fronteras entre naciones, razas, partidos, credos y estratos sociales.

 

La Fe es MULTIPLICIDAD en la manera de vivirla pero también UNIDAD. Podemos tener puntos de vista diferentes, antagonismos casados por siglos de intolerancia, pero la Fe en Cristo nos unen, más allá de nuestras historias caóticas, hacia al futuro del Reino para todos.

 

En fin, resumiendo estas 5 características - y es por eso que este deporte nos fascina -, podríamos extrapolar que en el estadio es nuestra vida misma que estamos jugando; que un partido de futbol es simbólicamente nuestra existencia que estamos ganando; que inventamos este juego para sublimar nuestra peregrinación terrenal; que, a pesar de nuestros desacuerdos, estamos obligados a jugar en la misma cancha

 

 

Para nosotros cristianos, la Fe en Cristo es la que nos permite jugar de una manera maravillosa y asombrosa. Para nosotros y nuestras existencias, la FE es el balón.