Alguna vez, vivo Dios así.

En este último mes, 3 eventos han tocado mi vida: el suicidio de un pariente lejano, la grave operación de otro familiar y el deceso en paz de una amiga.

 

Si me atrevo a pensar estos sucesos a la luz del Evangelio, tengo que preguntarme cuál fue la diferencia de óptica de Fe de estas 3 personas para que sucediera lo que sucedió.

 

El primer pariente se había accidentado en esquí hacía 9 meses durante las vacaciones de pascua. Quedo tetrapléjico. Había recuperado algo de movimiento pero le resultada insoportable estar dependiendo de sus seres queridos. Había recibido, de niño y adolescente, una educación cristiana…de la cual se había alegado. Se ahorco en el hospital con el cordón de llamada de emergencia.  No pudo encontrar nuevamente a Cristo en sus sufrimientos y en sus desesperos.

El otro familiar, con una operación peligrosa por delante, no quiso acudir al sacramento de reconciliación… Cree. Sí, pero tiene sus discrepancias con la Iglesia. Agradeció a los que oraron por él pero le resulta difícil plantearse su vida de otro modo menos prepotente, sin reconocer y aceptar sus faltas de amor y las inconsistencias en su manera de vivir. Sin cambiar.

La amiga padecía de cáncer desde hacía varios años. En este lapso de tiempo, perdió a su hijo de 17 años. Cada vez que la veía me trataba de “príncipe”, se sonreía, aguantaba dolores fuertes pero nunca se mostraba triste o abatida. Oraba, hacía miles de esfuerzos para participar a un grupo de pareja o a la eucaristía dominical con su esposo. Le encanto que diéramos la misa en su casa una noche. Se despidió tranquila y radiante.

 

Un ahorcamiento, una negación de fidelidad a los sacramentos, una muerte en santidad: he aquí 3 actitudes que tienen que interpelarme en mi misión de propagar la Buena Nueva.

 

Frente a la tragedia, a la enfermedad o al fin de la vida, estas 3 personas acudieron a las 3 imágenes de Dios que tenían en su interior: un Dios castigador, un Dios incierto, un Dios amoroso. Para cada uno, ÉL era distinto: dependía de sus historias personales frente a lo religioso, de sus sensibilidades ante lo sagrado, de sus caracteres individuales y de sus voluntades en investigar sus creencias.

 

Para mí también, Él es distintos según los episodios de mi caminar terrenal. Él es también alternativa o simultáneamente estos 3 tipos de concepción de Dios. Castigador cuando me pasan cosas para mí insoportables y pienso no haber hecho nada para que Él me trate así. Incierto cuando desconfió que Él exista, que Él actué, que Él esté presente porque aparentemente no se manifiesta, no percibo Su voluntad sino la mía y me enfrasco en pedirle sin obtener respuesta para mí satisfactoria. Amoroso cuando lo veo actuando positivamente en mi vida.

 

Para entender todo eso y aprender de ello, tengo que escrudiñar mis actitudes, mis pensamientos, mis sentimientos cuando peleo con Dios por lo doloroso, lo inaceptable, lo incomprensible de lo que pasa en el mundo y en mi existencia, cuando reniego de una religión que no entiendo, que es objeto de escándalo, cuando Dios se vuelve un ente lejano, abstracto que no hace parte de mi existir o que rechazo.

 

Seamos francos, algunas veces, vivo Dios así.

 

A todo lo que me pasa interiormente, a mí, creyente, no le puedo hacer quite, no lo puedo dejar sin contestar, no puedo dejar de escuchar mis protestas, no puedo dejar de expresar mis rabias, no lo puedo dejar así no más, pensando que el tiempo y el olvido curaran mis heridas. ¡No! Tengo que hacer frente a todas estas desilusiones, incomprensiones, dolores, malestares, rebeldías hacia Él y gritarle mi inconformidad. Invariablemente, si escucho bien, Él me dirá, una y otra y otra vez, que tengo que empezar yo la tarea de ayudar, de compartir, de servir, de desacomodarme, de perdonar, de amar.

 

Y es allí donde tengo que aprender de los preferidos del Señor, Sus compañeros, que, a la manera de mi amiga con cáncer, me hacen descubrir Su Cara Bondadosa que, a pesar de las circunstancias, me llenan de fortaleza, valor y ánimo para afrontar mis dudas y interpelar a mis hermanos alejados de la Fe por  lo mismo que me pasó a mí, pero que yo, al contrario de ellos, me esfuerzo en entender.

 

Y en ese momento, a pesar de las vicisitudes de la vida, del sufrimiento, del aturdimiento de los acontecimientos locales, nacionales y mundiales, de mis titubeos y de mi escasa preparación para enfrentar circunstancias personales y realidades que nos hacen a todos tambalear, yo que profeso la Fe, que soy miembro de Su Iglesia, que me considero amigo de Jesús, no puedo sino reafirmar el Dios que tomo mi condición humana para mostrarme Su Verdadero Rostro: El Dios Amor, Alegría, Amabilidad, Amistad, Felicidad, Generosidad, Humildad, Plenitud, Perdón, Vida …

 

Y así, como empecé a entenderlo en contacto con Sus Amigos, también tendré que profundizar mis experiencias de Dios en la oración,  madurar mis ideas acerca de Él en la formación, seguir acompañando mis hermanos en sus desesperanzas y en sus dolores físicos y morales y seguir fortaleciéndome entre Sus discípulos.

 

Es solo así como seré capaz cada día del año venidero de difundir de manera real y para los tiempos de hoy el Reino, mi Reino, Su Reino.