Domar nuestra fiera interior.

Muchos de nosotros añoramos la época de la infancia. Que la hayamos pasado en el campo o en la ciudad, en una familia acomodada o pobre, entre varios hermanos y hermanas o de hijo único, nuestra infancia es generalmente de tinte rosado, lleno de sol y de alegría. Por lo menos así nos la recordamos. Pudimos vivir mucha escasez, muchos problemas. Pero aún los más graves pasaron por el filtro del recuerdo el cual nos permitió borrar lo oscuro.

 

Los juegos, la escuela, los acontecimientos familiares, los amigos, los paseos de estos años tiene sabor a dulces de coco, panelitas o minisigui.

 

A esta edad pensamos que este tiempo jamás se acabará. Pero algún día, hacia los 11-12 años, - y nunca entendemos porque – nos damos cuenta que se fue para siempre. Ocurre que ya nos despertamos del cuento de hadas, de la historieta de vaquero o de la película de muñequitos en los cuales estábamos viviendo para empezar a vivir en el mundo real.

 

Y la realidad empieza a entrometerse en nuestro ser con la vivencia cada vez más aguda que tenemos de ella. Se impone a nuestra individualidad y poco a poco tenemos que aprender a vivir con un asunto que nos era totalmente desconocido hace escasamente algunos meses: el despertar de nuestro interior.

 

Por primera vez tenemos la posibilidad de reflexionar sobre nuestros actos, pensar y proyectar el futuro, tomar responsabilidades en cuanto a nuestra vida, explorar y fortalecer nuestro ser. Por primera vez adquirimos consciencia de nosotros mismos y de los demás.

 

Y eso no se hace sin esfuerzo…esfuerzos que inician a los 12 y nunca terminan a lo largo de la existencia.

 

Se despierta nuestra fiera interior. Empieza a rugir, a patalear, a voltearse como encerrada en una aula.

 

Durante toda la vida, en cada momento, en cada lugar, estará acompañándonos en nuestras decisiones las más pequeñas pero también las más trascendentales.

 

Tendremos siempre que decidir entre – al menos - 5 polos de atracción: el bien o el mal; la satisfacción del YO o la atención al otro; el amor o el desamor; la vida o el suicidio; la vocación o la rebelión; los valores positivos o negativos subyacentes a estas opciones: la bondad, la dicha, la tranquilidad, la honestidad, el don de si… o el egoísmo, la envidia, la violencia, la rabia, la mentira…

 

Según lo que aprendamos de la fiera y de la manera de domarla será nuestro paso en esta tierra: feliz – infeliz, alegre – triste, optimista - pesimista, saludable - enfermo. Seguirá siendo del color rosado de nuestra niñez o se tornará cada vez más fuerte y opaco.

 

El “man que está vivo” desde hace más de 2000 años vino a mostrarnos hoy las maneras de vivir mejor si logramos escucharlo en nuestro interior. Él nos indica un camino. Él es EL camino. Y nos guía hacía el bien y la versión plena de nuestro ser.