COMPRANDO TRANQUILIDAD.

En muchas circunstancias de nuestras vidas, nosotros podemos estar tentados de eludir enfrentar los problemas comprando tranquilidad.

 

Veamos algunos ejemplos para refrescarnos la memoria antes de decir: “Yo, jamás lo he hecho”.

 

Cuando en el supermercado, su hijo de 3 años se pone nervioso por lo largo de la “vueltica” a mercar, está comprando tranquilidad con el dulce que le regala.

Cuando los esposos que llegan tarde de la “oficina” vuelven a casa con un ramo de flores o algún detallito, están comprando tranquilidad.

Cuando alguien lo llama porque usted le debe algo y dice a otra persona de contestar que usted no está, está comprando  tranquilidad.

Cuando en vez de reprender a su hijo por algo que hizo mal, usted no habla con él sino que deja pasar el tiempo hasta que se les olvide el asunto, está comprando tranquilidad.

 

Comprar tranquilidad es un reflejo que hemos adoptado, nosotros los humanos, para así salir del paso. Y tiene varias consecuencias perjudiciales tales:

 

1- Evadimos dificultades relacionales que tarde que temprano tendremos que afrontar.

2. Si estos inconvenientes no se encaran lo más pronto posible tienden a agudizarse hasta tal punto que una pequeña contrariedad se vuelve rápidamente gigantesca.

3. Aumenta indudablemente el estrés relacional que cada uno tiene que manejar con un número siempre mayor de personas

4. Se reduce la confianza propia y de los otros hacia uno y se achiquita nuestro círculo social hasta quedar solo.

 

Claro está que confrontarse a nuestra realidad, reconocer nuestras culpas o nuestros errores, entablar un verdadero dialogo sin violencia ni resentimientos para solucionar las discrepancias tiene su ciencia y sus riesgos – por eso hay que ser valiente - pero tiene muchas bondades.

Dos de las más notables es seguramente la VIDA que vuelve a brotar en un nuevo entusiasmo y la PAZ recobrada – muy lejos de la tranquilidad comprada - que se siente cuando cada uno es capaz de relativizar su verdad, ponerse en los zapatos del otro, renunciar a la rabia y los puños, negociar y llegar a unos acuerdos reales, tangibles, medibles y equilibrados y así dar un nuevo chance a la relación.

 

Esto pasa todo el tiempo entre amigos, entre esposo, entre familias, entre papas e hijos. Tendría que poder pasar entre maestros y alumnos, entre empleados y patrones y hasta entre enemigos.

 

Es lo que están intentando hacer en LA HABANA.

 

 

“El man que está vivo” desde hace más de 2000 años nos muestra ayer y hoy como sanar las heridas, como empezar de nuevo, como entablar relaciones armoniosas desde el verdadero amor, el reconocimiento de la falta propia y el perdón.