BILLONARIOS.

¿Qué sería de nosotros sin amor?

 

Cuando todavía éramos unos frijolitos en el vientre de nuestras mamas, cuando nacimos y solo éramos unos bebes comelones, cuando, más grande, despertábamos el cariño, los abrazos, las llevadas de brazos, los cuidados de las personas que cuidaban de nosotros, hasta lo más lejos que podamos devolvernos en el tiempo de nuestra existencia, lo que solo nos podamos recordar es la cuantidad y calidad de amor que hemos recibido.

 

A todos le provocábamos amor: a nuestros abuelos, a nuestros tíos y tías, a nuestros papas, a nuestros hermanos y hermanas, a nuestros vecinos. Con una sonrisa, con una palabra mal pronunciada, con un estire de manos o un beso mojado depositado sobre sus mejillas nos ganábamos los adultos de los cuales esperábamos amor.

 

Siempre caíamos mejor a unos que a otros. Al abuelo porque nos parecíamos a él, a la hermana mayor porque estábamos siempre dispuestos a jugar con ella, a un tío porque soñaba tener un niño como nosotros con su novia. Suscitábamos en ellos sentimientos mayores a los cuales, sin darnos realmente cuenta, respondíamos con mayores emociones, lo que automáticamente aumentaba entre ambos la empatía.

 

Siempre también había personas que nos dejaba indiferentes o peor que nos caía mal. No sabíamos exactamente porque. Pero así era. Nuestros hermanos por celos porque nuestra mama súbitamente y porque éramos más chiquito nos ponía más atención, una tía porque le habíamos ensuciado el vestido, la abuela porque no había sido escogida de madrina…. Por estas razones tan fútiles, nos restaba amor….y todavía siguen estos recelos el día de hoy.

 

Fuimos alimentados con agua panela, arroz y tajadas de maduro, sancochos y asados, morcillas y tamales, bandejas y frijoles, y los más jóvenes con hamburguesas y perros, nachos y pizzas pero sobretodo con dosis elevadas de amor.

 

Necesitamos todo lo culinario. Pero ante todo necesitamos amor. Y no solamente de chiquito sino también de adulto. Ya no entre familiares sino entre amigos y (des)conocidos. Necesitamos amor para vivir. No hay sino que mirar 2 personas que se aman para saber que sentirse amado es lo más maravilloso que nos puede pasar en la vida.

 

Y si es lo más hermoso que nos ha pasado, pasa y pasara, este amor lo tenemos que cuidar para no marchitarlo y que se nos acabe.

 

Pareciera que la única manera a que esto no pase es seguir con la fórmula de siempre cuando de niño a una caricia respondíamos con un beso. Responder y dar amor es lo que más nos garantiza recibirlo de vuelta…a montones…como billonarios.

 

El “man que está vivo” desde hace 2000 años nos fue mandado por su Padre llamado “Dios es Amor” para dárnoslo de ejemplo.

 

 

Si el amor no viene de Él, ¿De dónde viene?