Siete maneras de experimentar la resurrección.

Acabamos de vivir y festejar la resurrección del Señor.

 

A muchas personas, a las que solo pasearon, a las que solo descansaron, a las que solo ocuparon este tiempo libre con rumbas y encuentros, a las que solo se quedaron centrados en el apremiante trabajo, el evento, trascendental para nosotros los cristianos, ha pasado desapercibido, insignificante.

 

Y frente a estos hechos, nos quedamos impasibles y fatalistas.

 

Por lo tanto, si nosotros, los creyentes pensamos que este acontecimiento de la resurrección de Jesús es fundamental para nuestras vidas, ¿Cómo podemos quedarnos con este inmenso regalo, con este tesoro intangible pero tan esencial, sin quererlo compartir?

 

Es que, para compartirlo, tenemos que estar nosotros mismos plenamente convencidos del hecho, convencidos de sus protagonistas de hace 2000 años, convencidos también que tiene que ver con nuestras vidas hoy porque EL esta vivo.

 

Y allí llegan las dudas. En efecto, si podemos dar crédito a la historia, a las Escrituras, a los millones de monjes, sacerdotes, religiosas y laicos que creyeron en EL, nos queda grande, nos queda muchas veces imposible ver a Jesús Resucitado actuar hoy en nuestras existencias.

 

Entonces si el hecho de creer es algo históricamente comprobado, tradicionalmente aceptado, pero no experimentado, igual que a Santo Tomás y a todos los otros apóstoles atemorizados después de la muerte del nazareno, flaqueamos y nos excusamos de no poderlo anunciar.

 

¿Cómo podemos, creyentes tibios, prender el fuego de los que nunca han creído, de los que ya no creen o de los que el asunto para ellos no tiene relevancia si no entendemos y ni siquiera hacemos un esfuerzo para comprender?

 

¿Cuestión de Fe? Sin duda. Pero, en esta época, para nosotros mismos y los demás, la Razón nunca puede estar tan alejada que no tengamos que justificar con hechos reales en Quien creemos.

 

Para identificar en nuestro diario vivir, todas aquellas realidades que nos acercan a la Resurrección y la hace tangible, tenemos que definir, como en el relato de la transfiguración del Señor o la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, al menos, 3 criterios: un jubilo intenso, una acción positiva y liberadora en nosotros y en la vida de los demás, un relacionar de los dos anteriores con un actuar de Dios en nuestra existencia.

 

Para empezar, he aquí 7 posibilidades de experimentar la Resurrección. Podrán ustedes agregar, según sus vivencias propias, otras que indudablemente les toca más el corazón.

 

1.    El nacimiento de un niño.

 

La espera de una nueva criatura es, sin duda, la circunstancia vivencial más gratificante entre 2 seres que se aman.

Entonces cuando esta nace, los padres resienten una emoción indescriptible compartida también por otros miembros de la familia.

A la vez que se despiertan las reacciones propias de todo ser viviente – cuidar y dar alimento -, nosotros, los seres humanos le sumamos la atención paternal o maternal surgida de nuestro interior más profundo.

 

2.    La declaración de Amor compartida.

 

Esto sucede cuando después de un corto o largo acercamiento, dos almas y dos corazones se encuentran decidiendo declararse mutuamente sus sentimientos.

La Alegría desbordante que vivimos en las horas y días siguientes al haber sido escogidos, por ser únicos en el mundo al menos por una persona, se ha ilustrado  por ser tan impactante de una forma siempre igual y siempre distinta en múltiples obras artísticas.

 

3.    La sanación después de una enfermedad o accidente grave.

 

Volver a caminar, volver a hablar, despertarse después de meses de coma…motivan unas ganas de existir extraordinarias.

Es literalmente volver a vivir y entender que este hecho, dada las circunstancias adversas sufridas, tiene por nombre un ser superior

Entender, entonces, que Alguien necesita de nuestras humildes fuerzas para realizar una misión, Su Misión, es un logro increíblemente significativo para aquel(la) que ha sido escogido.

 

4.    La victoria sobre el vicio.

 

Perdido en el laberinto sin salida de las drogas, del alcohol, del juego, de la lujuria, del dinero fácil, el ser humano no respira sino por esta cosa que a su vez lo vuelve objeto. Nada más cuenta sino la satisfacción de este mortal llamado.

Entonces cuando recibimos, después de varias alertas, un llamado distinto, un inexplicable llamado imperativo, tan imperativo que nos deja sin otra opción que de cambiar y emprender, día a día, nuestro camino hacía el Gólgota, surge la Fuerza Divina que nos habla de libertad, libertad frente a nuestras ataduras, libertad para enfrentar nuestros infiernos.

 

5.    El perdón y la reconciliación.

 

¿Quiénes de nosotros no ha sentido este alivio, cuando de niño, de adolescentes y aun de adultos, nuestros padres se peleaban y luego se reconciliaban?

Cuando después de algún tiempo de incertidumbres en cuanto al amor que ellos se declaraban, cesaban las discrepancias y los insultos y nuestros padres se volvían a dar un beso, a abrazarse, a relacionar con palabras de bondad y comprensión, nuestro transcurrir diario y él de ellos nos indicaba que la sonrisa de Dios había vuelto a nuestra casa.  

 

6.    El compromiso mayor hacia el Señor.

 

La Fe es una decisión. Y a cada paso, se nos pide radicalizarnos más en el seguimiento.

Entonces, nuestra vida entera cambia porque cambian nuestras prioridades.

Ahora, ya no es el trabajo, el dinero, la casa, las vacaciones sino que todas estas cosas están relativizadas al beneficio del llamado de Alguien que pide que encontremos en EL y en el servicio a los demás nuestro mejor desempeño.

 

7.    La curación para el cielo.

 

Aún queramos evitarla, olvidarla, suavizarla, la muerte hace parte de nuestro diario vivir.

No la entendemos, no la esperamos, no la vemos llegar con alegría e inventamos todo tipo de artífices para vivir más, prolongar una vida que nos escapa desde nuestro nacimiento.

Hacerle frente como a una Hermana que viene a buscarnos para pasar en la Gloría del Padre, sonreírle como cuando encontramos, después de haberlo buscado tanto, un Amigo fiel, abrirle los brazos para que te abrace lo suficiente como para dejar de respirar, sumergirse en EL con el pasado, presente y futuro sanado, es a lo cual tendríamos que prepararnos todos.

 

 

¿Estas siete realidades de nuestra vida en las cuales experimentamos la Resurrección, no se asemejan ellas también a los siete sacramentos con los cuales la Iglesia nos quiere acompañar?