¿DONDE ESTAS?

Después de un día de camino, de vuelta de Jerusalén, José y María empiezan a inquietarse por Jesús. No lo han visto en toda la jornada.

 

¿Han visto a Jesús?, preguntan a sus parientes

 

-       De pronto esta con los otros niños.

-       -   Niños, ¿Han visto a Jesús?

-       -  Jesús, ¿Dónde estás? No te escondas. Ya te hemos visto.

-       Jesús ¿Dónde estás?

 

-       Jesús ¿Dónde estás?, gritan José y María cada vez más angustiados.

 

Pero Jesús no está allí.

 

-       Jesús, ¿Dónde estás?

 

Es también nuestro grito a todos: niños, jóvenes, adultos y mayores, porque en ese grito va nuestra existencia, va nuestra alegría, va nuestro sentido de vida.

 

Y José y María resuelven devolverse a la capital para buscarlo.

 

-       ¿Y nosotros donde lo buscamos?

 

Muchas veces, lo buscamos allí donde NO está.

No está en el dinero.

No está en la rumba, en la televisión o en el internet.

No está en la pornografía, en las drogas, en el licor, o en los deportes.

No está en el último celular, el último carro, el último traje de moda o en la última película.

No está en las divas del espectáculo ni en los conciertos de rock.

No está en el mejor puesto de trabajo que quiero conseguir matándome, descuidando mi familia o aplastando mis compañeros.

No está en la lotería que quiero ganar: “Señor, hágame un milagrito”

No está en la violencia que utilizo en casa para sentirme fuerte, superior, teniendo todos a mis pies haciendo mi voluntad.

No está en leyes infames e injustas que condenan bebes a muerte antes de nacer.

No está en los atentados realizados supuestamente en su nombre. 

 

Y finalmente, cansados de NO encontrarlo donde queremos que este, nos rendimos, dejamos de buscarlo y nos llenamos de indiferencia, de rabia, de rencor, de venganza, de soberbia…pero, al fin y al cabo…sentimos, sabemos, percibimos una tenue voz que dice en nuestro interior que necesitamos de ÉL para lograr nuestro paso terrenal, para ganar nuestra felicidad, para alcanzar la paz.

 

Entonces, ¿dónde buscarlo? - Jesús, ¿dónde estás?

 

Dice el texto que José y María lo encontraron en el templo, escuchando a los maestros de la ley.

 

Efectivamente, cada domingo, quizás, oímos en un templo canciones y predicas que nos hacen pensar, reflexionar y escuchar Su Palabra, para llegar a este otro templo, el nuestro: nuestro corazón.

Es allí donde esta Jesús, a veces bien escondido, bien encerrado en nuestra cárcel de desamor.

Está allí en nuestro corazón duro como una piedra que no quiere perdonar - “El empezó. Que haga el primer paso. Yo No” -,

Esta allí en nuestro corazón rebelde que no quiere dejarse tocar por las miserias, las dificultades de nuestros hermanos – “Ya tengo suficiente con las mías para tener que preocuparme por los problemas de los demás” –

Está allí en nuestros sufrimientos, en nuestras cruces, pero muchas veces, no lo vemos actuar y no lo sentimos dándonos las fuerzas necesarias para salir adelante.

Está allí, en las barbaries humanas, cuando miles de buenos samaritanos, arriesgando sus vidas, ayudan a los heridos o cuando hombres del común, sacudiendo su confort, realizan gestos de fraternidad y reconciliación.

Esta allí en los que leen los acontecimientos terribles en clave de Amor y no de odio.

 

Esta allí. Pero no lo queremos ver.

 

No lo quiero ver. Y sigo gritando: Jesús, ¿Dónde estás?

 

No lo quiero ver en la madre o el padre que, después de tantos años de ausencia, regresa al hogar.

No lo quiero ver en el grupo de parejas que cada semana testimonia de Él en su vida matrimonial delante de jóvenes para que eviten los errores que ellos cometieron.

No lo quiero ver en las personas que, en mi comunidad, construyen puentes en vez de muros.

No lo quiero ver en los grupos de presión que se las ingenian para hacer saber al mundo que no están de acuerdo con la adopción gay, los nacimientos in vitro y la eutanasia.

No lo quiero ver en las tantas ONG que intentan aliviar las dolencias de millones de hambrientos del cuerpo y del alma.

 

No lo quiero ver.

 

¿Porque?  PORQUE NO ME QUIERO COMPROMETER.

 

No me quiero comprometer por pereza, por comodidad, por facilidad, por miedo, por falsificar mi fe en nombre de las estructuras…pero Jesús está allí…ya lo encontramos…en mi templo y en el templo de los demás y en la Iglesia pobre, humilde, acogedora e incluyente.

 

Dice el texto que José y María encontraron a Jesús después de 3 días…3 días de búsqueda, 3 días de espera, 3 días sin ÉL, 3 días de agonía.

 

Entonces, no sigamos gritando en el sepulcro vacío, en el sepulcro vacío de nuestras vidas: - Señor, ¿Dónde estás?

 

Ya sabemos dónde está: Ha resucitado. Está vivo. Está vivo en mi compromiso de expandir Su Buena Nueva hacia mis hermanos.

 

Está vivo.

 

¡Ojala, escuchemos, hoy, su voz!