Mónica, te amo. F: Jonathan.

Este es uno de los tantos letreros que alguien dejo bien visible en un lugar público. No importa el lugar. Pero lo dejo para que miles de personas lo vieran cada día. En esto el autor del mensaje fue más atrevido que muchos de nosotros que escribimos email, “posts” en los muros digitales, garabatos en las bancas de los colegios, post-it en los lugares de trabajo, frases inspiradas acompañando un ramo de flores…

 

¿Quién es Mónica? No sabemos. ¿Quién es Jonathan? Tampoco ¿Un muchacho tan enamorado que se consiguió un poco de pintura, una brocha, se fue una noche y escribió estas 4 palabras bien en evidencia para que no solamente su amada pero también el mundo entero supiera de su sentimiento?

 

¿Alguna vez consiguió Jonathan que Mónica le hiciera caso, le pusiera cuidado? ¿Terminaron juntos? ¿Se casaron y tienen hijos? ¿Viven felices? ¿O aquella nota fue solo el resultado de un ardor temporal y ya no existe nada entre los protagonistas?

 

De este texto corto podríamos deducir un montón de cosas sobre el amor y nuestra concepción de él, pero también sobre todas las Mónicas del mundo, es decir sobre la Mujer y por consiguiente sobre nosotros mismos, los hombres.

 

Primero, si Jonathan utilizo un letrero grande, por todos visible, es que adopto la manera habitual nuestro de hacer las cosas: conquistar, fuertemente seducir, ir “al ataque”. Pues podemos preguntarnos si lo que de pronto era la regla hace unas décadas, todavía es la norma.  

 

Porque a las mujeres de hoy (y de siempre) les gustan los detalles discretos, la sinceridad humilde, lo romántico, las declaraciones secretas, las cartas de amor únicas e irrepetibles, los regalos personalizados. La mujer quiere sentirse amada no por lo que somos (machos) sino por lo que ella es.  La conquista tiene que ser sutil, delicada, llena de atenciones, cargada de emoción, de ternura, de sentimientos.

 

Segundo. Con la conquista machista también viene el tipo de relación: Nos parece que nosotros los hombres tenemos que mandar, que tenemos que tener el poder. Pues en eso nuevamente hoy nos equivocamos.

 

La mujer de hoy no quiere ser considerada solamente como “reproductora”, como “la madre de nuestros hijos”, como la que nos hace de comer y la que nos lava la ropa. No quiere ser la persona reducida a sus actividades hogareñas sometida a su compañero. Quiere ser valorada en un plano de igualdad, quiere jugar un rol distinto en nuestras vidas, quiere adquirir un papel protagónico en la pareja: tierna y femenina pero también líder y ejecutiva, sensual y bonita pero también fuerte e inteligente, amorosa y cariñosa pero también obstinada y verraca, dulce y materna pero también emprendedora y aventurera.  

 

A nosotros, los masculinos nos cuesta. Claro. Tenemos que cambiar de actitud. Hoy tenemos que aprender a lavar la loza, ocuparnos de los hijos, arreglar la casa en vez de solo traer el mercado y relajarnos.

 

Hoy ya no es una opción. En todas las regiones del país, en todas las clases sociales, la mujer quiere ser sujeto de su vida y de la nuestra.

 

Esperemos que el romance entre Mónica y Jonathan, por la fuerza de un Amor verdadero, vaya por ese buen camino.

 

 

Es lo que Jesús, este “man que esta vivo desde 2000 años”, quiere para todas las parejas, enamorados y mujeres del planeta, el que más que ninguno abrió las puertas al protagonismo de las mujeres en un tiempo donde ellas no eran consideradas.

 

Es también lo que busca el Papa Francisco cuando quiere que reflexionamos todos, no solamente la curia romana, al papel femenino en la estructura eclesial.