El Evangelio a construir.

El mundo se está destruyendo.

 

Escuché en la radio esta mañana: 58 muertos en una acción terrorista, secuestro de un empresario, 2 sujetos atacan una adolescente de 15 años con ácido, 61 días de la desaparición del pequeño Fabián de escasos 3 años, “fiestas” en el “Bronx” para consumir droga y trata de seres humanos, caso de acoso sexual, corrupción en la política, salario mínimo no alcanza, subida de los productos de la canasta familiar, robo de celulares en alza, extorsión a comerciantes, 12 fallecidos en accidente de tránsito con bus escolar, epidemia de Zika, 3 asesinatos en la vía a Caldas, sequías y escasez de agua, guerras en todas partes.

Es el ruido escandaloso y continúo de la muerte.

 

El mundo está por nacer.

 

Más cercanas al diario vivir, ensayo mis noticias.  En la ciudad, 17 mamás dieron a luz el día de ayer, 35 papás regresaron a casa después de 6 meses de abandono del hogar, 7.573 abuelas recibieron sus nietos para pasar la tarde con ellos, 458 amigos se reconciliaron después de una pelea, 2.467.890 personas se despertaron para ir a trabajar, 3 eucaristías se dieron en cada una las parroquias de la diócesis, 96 grupos de jóvenes se reunieron para dialogar, 1.479 colegios abrieron sus puertas esta mañana para impartir saberes, 158 familias ayudaron a sus adolescentes a enfrentar sus problemas, 2.672 instituciones sociales apoyaron a sus semejantes brindándoles pan y cariño, 127 niños rechazaron la primera prueba de droga “gratis”, 23 presos reconocieron sus culpas y pidieron perdón, 34 policías rechazaron sobornos, 156 médicos se negaron a practicar el aborto, 24 enfermos terminales se despidieron de sus seres queridos expresándoles lo mucho que los querían, 349 parejas resultaron en embarazo durante la noche, te dieron un abrazo, te compraron un detalle, te volvieron a hablar, te visitaron o simplemente te mandaron un mensaje de aliento.

Es el susurro obstinado de la vida.

 

Entre la vida y la muerte, el mundo se está levantando.

 

Y la vida está ganando la batalla desde que el mundo es mundo. Ilustrada por el sol que brilla cada mañana, las estrellas que decoran las noches, por los pájaros que deleitan con sus cantos, los hombres que se aman, el género humano que crece en número, en saber y en longevidad, la vida se sigue desarrollando.

 

Y se impone a mi mente la existencia de un ser superior, motor y creador en una locura de Amor.

 

Evidentemente, la búsqueda de mi sustento de cada día, agarrándome a mi trabajo, peleando un estatus y un reconocimiento, corriendo, vociferando, atendiendo 20 asuntos a la vez, enfrentando deudas y peleas…me deja exhausto al final de la jornada y también la mañana siguiente cuando hay que empezar de nuevo el circo. Ni los domingos alcanzan para reponer fuerzas. Dejo de orar porque no Me escucha, de pensar porque otros lo hacen por mí, de sonreír porque estoy preocupado, de dormir porque nadie hace las cosas tan bien como yo, de jugar porque no puedo perder tiempo, de respirar porque para sentirme vivo consumo alcohol, droga, pastilla, deportes extremos.

 

Si en términos generales, la vida está ganando la batalla y, por otro parte, el mundo se sigue construyendo, ¿No será que tengo que participar en estos asuntos? ¿Será que tengo que aportar mi granito de arena?

 

Hacerme la pregunta es responderla.

Ya es tiempo de sacudir mi pereza, mi indiferencia, mi acostumbrado trajín cotidiano, mis posturas intelectuales rebuscadas y empezar mi misión de cristiano.    

 

Para eso, ese ser superior que termino llamando Dios me propicia herramientas extraordinarias: mi mente, mis brazos, mi conciencia, mis emociones, mi corazón, que decido, desde hoy, emplear para construir la vida, el mundo, Su mundo y el mío.

 

Me da también para lograrlo compañeros de viaje, albañiles, mamposteros, carpinteros, obreros, arquitectos, ingenieros que, como yo, deciden emprender la labor.

 

Y como parezco, muchas veces, desorientado, sin saber por dónde coger, sin entender que hacer, atraído por pompas y vanidades, asfixiado por errores pasados, me manda un guía: Su Hijo en persona. ¡Me basta aceptarlo, seguirlo y aprender de sus enseñanzas y actos para el mundo de hoy!

 

Lo fantástico es que siento que entre más me aferro a esta tarea, más estoy ganando en amor y en sentido de vida. Entre más lucho por la vida, por hacer valer sus valores, por hacer ganar sus prácticas, más aprecio la mía, más comparto amor, irradió más alegría y soy más dichoso.

 

Lo sorprendente es que termino valorando tanto el trabajo de construcción de un mundo mejor que no me importa la sed, el cansancio, el frío, los esfuerzos, las renuncias, el dolor, la enfermedad, el sacrificio, el negarse a sí-mismo, el dar la vida. Sólo importa la felicidad de los hombres, los constructores y aquellos que todavía no lo son. Sólo importa contribuir a seguir edificando la Buena Nueva, erigiendo el Evangelio a construir.

 

Lo increíble es que mi guía, Jesús, nunca falla: siempre está ahí pendiente de mí, me alienta, me da Su Luz y el Agua Viva, cuando mis fuerzas desfallecen. Actúa conmigo. Su camino es mi camino. Hasta el amor infinito, el don total de mi-mismo. Hasta la cruz y la resurrección. Hasta mi cielo compartido con Él y este jubilo pleno que Él me promete si empiezo ya a construir Su Reino.

 

 

Es este Amor de Pasión por la humanidad de Dios y de Jesús, Su hijo y hermano nuestro, que festejo en Semana Santa. Es por eso que me atreveré a proponernos: “Convirtámonos y creamos en el Evangelio”.