El mejor de los regalos.

En esta época pre-navideña, ya nos estamos enfocando en los regalos que ofreceremos a nuestros familiares para la ocasión.

 

Para los niños, el ejercicio es relativamente fácil, pues el comercio y la publicidad se encargan de dirigir la motivación de nuestros pequeños hacia algunos objetos: video juegos, héroes de series televisivas y películas, muñecos y peluches de moda, artefactos que lucen los compañeros de colegio…. Y aunque siempre el presupuesto retiene nuestras ganas de complacerlos, la tarjeta de crédito, las promociones y las rebajas, nos dan las posibilidades de hacer sus sueños realidad. Nosotros, los padres, haríamos lo que sea para ver felices a nuestros niños y las grandes marcas aprovechan esto para vendernos el juguete que, de pronto, estará la semana siguiente guardado en el baúl de los recuerdos, pero nos habrá hecho sentir buenos papás.

 

Con los adultos, empezamos a padecer. Entre el presupuesto ya limitado por los deseos algo suntuosos de nuestra prole, el recuerdo de los obsequios de los años pasados, el tiempo limitado que podemos robarle al trabajo y el número creciente de nuestras familias, donde año tras año se nos adicionan cuñados, nietas, novios…, iniciamos  la búsqueda que se vuelve más frenética en la medida en que la fecha se acerca

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Algunos para suplir este periodo de corre-corre se adelantan tanto a la fecha, que pareciera que están en navidad todo el año, viajando de promociones en promociones desde febrero o marzo. Si este sistema permite que el presupuesto sea más amplio y respetado, no impide el uso del crédito. Tampoco que el artículo se vuelve obsoleto. O que esta manera de hacer se transforme en el viacrucis mensual en vez de limitarse a escasas 3 o 4 semanas.

 

Otros simplemente se dedican a aprender alguna técnica artesanal durante los primeros meses, para poderse concentrar en la producción, en serie, de detalles de objetos en boga: es así como todos recibiremos elementos de fomy, patch work, origami… El dinero y el sudor de la compra están a salvo. Y, aunque agradezcamos que la persona paso, a veces, horas y horas realizando su presente, generalmente no será de nuestro agrado. De todas maneras, en esta modalidad, no importa tanto la satisfacción del que recibe, como la astucia para salir del paso del que ofrece.

 

Algunos, con finanzas más bien amplias, atracaran el último día, el almacén de música, la librería, la tienda de ropa o de víveres gourmet y, sin buscar a personalizar, encontraran el disco, el libro, la camisa o el alimento que sirve de llave maestra para toda ocasión.

 

No falta quienes renunciarán a estos trances e invitarán a un asado, un sancocho, una marranada SIN donativos, sino con una cuota o un aporte para que todos pasen bueno.

 

Pasarla bueno es en definitiva lo que cada uno le agradecerá al otro en estas navidades.

 

No obstante, al revisar las estadísticas de los diferentes hospitales y clínicas de la ciudad, es obvio que no todos estarán en este caso: quemaduras, cuchilladas, accidentes, borracheras, intoxicación alimentaria, riñas, son el pan de cada día en urgencias, especialmente en el mes de diciembre.

 

Obvio que en estos dolorosos casos, el obsequio que nos llevo kilómetros en encontrar y largos momentos en empacar, no surtió el efecto deseado de regalar a todos la Felicidad tan anhelada en un estruendoso “Feliz Navidad”.

 

Entonces, les propongo que cambiemos totalmente de enfoque: no entreguemos cosas, ofrezcamos acciones.

 

Hasta un cierto punto, ganaremos tiempo, evitaremos dolores de cabeza y ahorraremos algún billete. Además estará siempre en sintonía con lo que significa la Navidad: la venida de un Dios que quiso hacerse hombre en un niño pobre, para salvarnos y enseñarnos a vivir a su imagen.

 

Tendremos al menos un mes para conseguirlo – las 4 semanas de adviento – y podremos escoger entre 4 versiones de un mismo aguinaldo.

 

Regalemos púes AMOR.

 

La versión “Small” se llama escuetamente “amor”: besos, caricias, abrazos, atenciones, escucha, respeto… No es muy complicada porque generalmente sale de nuestro ser como brote de varicela, en cualquier película nos muestran su modo de empleo y la podemos regalar a muchas personas a la vez: padres, hermanos, cónyuges, hijos…

 

La versión “Médium” se llama “servicio”: lavar la loza, remplazar el bombillo, planchar, barrer, sacar la basura, limpiar los vidrios, arreglar la cama, responder al teléfono, cocinar, dar de comer y pasear a la mascota … Ya es un poco más duro porque no sale como instinto. Surge por un acto de voluntad, de cuidado al otro. Y es porque el otro sabe que nos pidió un acto de entrega que valdrá más a sus ojos.

 

La versión “Large” se llama “perdón”. Perdonar, no es olvidar. Es quitar la emoción negativa que tenemos hacía un evento particular. Es que ya no me duela la herida aunque la cicatriz quede. Es empezar por una decisión de iniciar un proceso personal de sanación. Toma más tiempo. Pero el regalo tiene singular ganancia: el que lo da se ve extrañamente beneficiado con Paz y Alegría.

 

La versión “Extra-Large” se llama “Reconciliación”. Es un paso adicional al anterior porque tiende a involucrar en situación real dos y más personas implicadas o hasta pueblos enteros Es borrar cuentas, hablar, expresar cada uno desde su punto de vista lo ocurrido, tratando, además, de colocarse en los zapatos del otro o de losotros, ver la vida con sus gafas y tratar que el arreglo sea equilibrado y aceptado por todos. No habrá ganador ni perdedor, sino una nueva relación gana-gana, un nuevo entendimiento y una nueva solidaridad desde un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Esa donación mutua evitará muchas de los sucesos desagradables en nuestras familias o comunidades. Es una curación colectiva que redondeará en un mejor vivir juntos.

 

Si realmente queremos vivir estas Navidades como cristianos, no se trata de clausurar la fiesta, alejarse de la comida y del trago, orar a plenitud o recluirse en un convento. ¡NO! Es sencillamente emprender una tarea de ENSANCHAR EL AMOR, que decimos tenernos mutuamente, para lograr aplicar en nuestra realidad personal, familiar y social la razón que tiene Dios de mandar a su Hijo a encarnarse en nuestra humanidad.