RITOS.

Muchos jóvenes y adultos alejados de la fe y de su práctica eclesial, al momento de ocurrir un gran evento en sus vidas (nacimiento de un hijo, vida en pareja, muerte de un familiar....) se acercan nuevamente a la Iglesia y a los sacramentos como el bautismo, el matrimonio religioso, la reconciliación o la unción de los enfermos.

 

Y todos los estudiosos y los sabios ven en estas prácticas deseos culturales ligados a fiestas, encuentros familiares, estrenos, marcada del tiempo con acontecimientos significativos.

 

Sin embargo, quedan como sujetos de reflexión las parejas en unión libre desde varios años que súbitamente quieren casarse por la Iglesia, los padres no practicantes que desean bautizar a sus hijos, los ateos confirmados que piden la presencia de un ministro consagrado al momento de morir, el joven homosexual que decide acercarse a un sacerdote, la pareja de separados que se quieren volver a acercar a la institución...y tantas situaciones que generalmente tendemos a denigrar porque "no es lo correcto", "están en irregularidad", "traen situaciones difíciles frente a la moral".

 

En estas circunstancias de vida cada vez más comunes, las cristianas "normales" siendo cada día más las excepcionales, tenemos miles de seres humanos que buscan a Dios de una manera ciega, difícil, titubeante, que nadie quiere entender, acoger y dirigir hasta un entendimiento más sencillo y fuerte, digno y limpio de sus anhelos de fe.

 

Generalmente han madurado desde tiempos atrás y con muchas dudas ese nuevo llamado. También son Hijos de nuestro mismo Padre y prójimos nuestros, hermanos de sangre, de camino y de humanidad. Pueden ser mañana, según su número en creces, el futuro de la Iglesia.

 

Para nosotros hombres y mujeres de fe, todas estas personas, a las cuales estamos tentados de cerrar las puertas del Señor porque no corresponden a nuestra manera de concebir Su Seguimiento, constituyen un reto.

 

En vez de rechazarlos o menospreciarlos, tendríamos que preguntarnos como, en nuestra forma de ser, necesitamos cambiar actitudes, lenguajes, acciones, métodos y lugares de exclusión por otros de inclusión.

 

En vez de ser vistos como problemas, tendrían que ser vistos como oportunidades para volver a vivir lo esencial, la centralidad de Cristo, el soplo del Espíritu Santo, la misericordia del Padre y la apertura de María al proyecto de Dios.

 

Escuchemos e interpretemos los acercamientos que realizan estos hermanos a los ritos, más bien como GRITOS dirigidos a una Iglesia demasiado ritualizada y sacralizada.

 

Y nosotros, los creyentes, tenemos que seguir investigando y descubrir caminos originales para convencer a TODOS del sentido de nuestra vida en Jesucristo.