Reality-show.

Una de las actividades más placenteras que realizábamos en nuestra infancia era JUGAR.

 

Casi que el 50% de nuestro tiempo estaba dedicado al juego. Y siempre procurábamos de alargar estos momentos de dicha sobre lo que nos tocaba hacer: ir a la escuela, dormir e inclusive comer.

 

Uno de los juegos a los cuales todos los niños hemos compartido es a “Guerra y Paz”. Me acuerdo que abríamos las cajas de soldados e instalábamos nuestras armadas de plástico, nos ingeniábamos por encontrar las mejores ubicaciones para atacar o defendernos. Mi hermano y yo pasábamos horas construyendo fuertes y casas, ríos y montañas.

 

Levantábamos batallones enteros de personajes tan disimilares como soldados, indios, muñecos de lego y eventualmente animales y peluches chiquitos. Nos divertíamos un buen rato… hasta que empezaban las hostilidades.

 

Entonces, porque el uno había matado al coronel más valiente del equipo contrario o porque los cañones del otro había destruido las edificaciones defensivas de su adversario, inevitablemente nos terminábamos peleando y nuestros papas nos tenía que separar. Media hora más tarde habíamos olvidado las guerras, fumábamos la pipa de la paz y…empezábamos otra actividad lúdica más divertida.

 

Es así que, jugando, aprendimos la vida. Aprendimos a pelear, a reconciliarnos, a perder y a ganar, a ver y valorar puntos de vistas distintos al nuestro, a rendirnos, a respetar las diferencias, a salvar el pellejo del otro, a identificar y controlar nuestros impulsos y emociones, a aguantar las frustraciones y a valorar más a las personas que el juego en sí, a no ser el pendejo de turno pero de sentarse y analizar las cosas con ánimo de llegar a un resultado satisfactorio para ambos partes….

 

De igual modo sucedió con nuestras hermanas jugando a “maestra y alumnos”, “médica y pacientes”, “tienda” donde más de una vez estábamos los invitados de honor y los ratoncitos de laboratorios.

 

Lo que aprendimos en nuestra juventud nos sirve ahora en muchos escenarios de nuestra vida adulta: la pareja, el grupo de amigos, la barra de futbol, el partido político, la empresa…

 

Afortunadamente, para nuestra vida actual, aprendimos estas cosas so pena de seguir en pelea con todos y en todas partes.

 

Pero OJO existen también otras 2 maneras nocivas de jugar a “Guerra y Paz”.

 

La primera es de seguir jugando, pase lo que pase, hasta aniquilar al otro.

 

Querer matar a un humano igual a uno puede partir de una furia momentánea, un movimiento pasajero de violencia. Puede partir de frustraciones más profundas, de una rabia existencial, de un enojo permanente contra la humanidad.

 

Es cuestión de temperamento, es cuestión de personalidad, es cuestión de experiencias y ópticas de vida.

 

Muchos de nuestros gobernantes, desde los más recientemente electos hasta los dinosauros de palacios y congresos, se aferran a un segundo modo de jugar que, para ellos, pueden resultar un video-juego o un reality-show.  Es seguir jugando por estrategia de poder, con prácticas de movimientos legales e ilegales, con verdades a medias y mentiras descarradas, tratando de sacar el máximo provecho y dejando creer que las únicas soluciones son o blanco o negro. Polarizan. Levantan el uno contra el otro, individuos, bandos, empresas, organizaciones, países y religiones para su bien propío.

 

Pero, sabiamente, todos sabemos que los buenos arreglos siempre son dialogados, son negociados para el bien de todos, son solidarios, compartiendo así los bienes, el bien-estar y la alegría de vivir.

 

Jesús, ese “man que está vivo” hace 2000 años nos mostró el camino correcto, la vía que construye, la ruta que trae felicidad. ¡Hasta pretendía que amaramos a nuestros enemigos, porque, al fin de cuentas, somos nosotros que, por cualquier cosa, nos hacemos enemistades!

 

A la hora de tomar decisiones a nivel de pareja, a nivel familiar, a nivel social, económico o político, nosotros que decimos seguirlo, sería bueno acordarnos de su Vida y Enseñanzas para Amar a nuestros hermanos y Amarlo a EL.