CARTA A UN AMIGO.

En nuestra cultura, unos se pueden volver amigos en un par de minutos, alrededor de unos tragos, frente a un televisor viendo un partido (obviamente siendo hinchas del mismo equipo), en un aeropuerto o en un bus. Todos estos hechos huelen a amistad. En seguida la persona recién conocida le estará pidiendo su número de teléfono, si está casado o no, el nombre de sus hijos y de su mujer y si tiene plata para pagar el taxi de vuelta a casa. Esa es diríamos la amistad ligera.

 

El mismo cuento es la relación tejida por un tiempo en el trabajo cuando uno se encuentra una y otra vez con la misma persona. Se vuelve amigo por costumbre. Se habla básicamente del trabajo, de la familia, de futbol, es decir de las mismas cosas que en el primer caso pero, de pronto más de seguido sin por eso ser más profundo.

 

Otra cosa es la colusión tejida a través de unos intereses comunes que sean económicos (socios en una empresa), políticos (miembros de un mismo partido), sociales (integrantes de un club),  delincuenciales (parce de un mismo combo). Es lo que podemos catalogar con la amistad circunstancial.

 

Lo sorprendente es que todo eso lo llamamos amistad. Mejor llamémoslo aprecio, simpatía, afecto, camaradería….

 

Pero tú no haces, para mí, parte de ninguno de estos tipos de amigos. No nos conocimos ni delante de una botella, ni en una organización, ni en una banda.

 

No me acuerdo realmente cuando nos empezamos a relacionar. No tiene importancia porque eso siempre se queda superficial para expresar lo que ocurrió y sigue ocurriendo entre nosotros.

 

En efecto, para mi vida, en relativamente poco tiempo, te volviste un verdadero amigo

Tu amistad la siento fuerte, profunda, respetuosa, armoniosa, esencial, intemporal, constructiva, tolerante, bondadosa, detallista, limpia,  INDESTRUCTIBLE.

 

Tu amistad sublima mi corazón: lo vuelve más liviano y más sólido, más lleno y ansioso de ser compartido, más engrandecido y más solidario, más integral e íntegro, más alegre y más serio, más cariñoso y más alegre, más resistente y más blando.

 

Tu amistad me hace persona de bien, responsable, exigente, reflexiva, echada para adelante, firme, trabajadora, positiva porque es eso lo que ella me enseña y que aprendo a tu lado.

 

Sin miedo a que mi esposa, mis familiares y mis otros amigos, quienes también participan del aprecio inmenso que te tengo, sientan celos, te puedo decir que te quiero como mi gran amigo del alma, tú, el “man que está vivo” desde hace más de 2000 años.