SUPLEMENTOS DE AMOR.

 

-       -           Nuestra amiga está enferma.

-        A nuestro amigo le queda poco de vida y rehúsa todo tratamiento adicional

-       ¿Te acuerdas de esta pareja? Están muy mal.

-       Nuestro pariente está en una depresión profunda.

-       Aquella perdió su bebé de 7 meses de gestación. Junto con su esposo está inconsolable.

-       El vicario de la parroquia dejo el sacerdocio.

-       Esta monja joven y dinámica que conocimos está en crisis y volvió a su casa.

 

Todos los días, pasan centenares de eventos alrededor mío y ni siquiera poco después…los recuerdo.

 

-       ¡Pero, te lo había dicho!

 

Si pero…todos estas experiencias cotidianas me dan miedo. Temo que me pase lo mismo.

 

Y cuando realmente me pasa, cuando soy yo el enfermo, el accidentado, el deprimido, el que peleo con mi pareja, el que duda de mi compromiso, empiezo a murmurarle a Dios, pedirle, suplicarle, gritarle, para terminar gruñéndole y vociferándole que estoy perdido…¡que Él me dejo abandonado!

 

¿De veras Él me dejo abandonado?

 

Porque, para cualquiera que observe bien, nunca Me deja solo, rodeándome de buenos samaritanos, personas que, al contrario mío, son capaces de encarar las adversidades.

 

Dios hace presencia en la enfermera, el sacerdote, la pariente que me cuida, el don nadie que me socorre, la persona que limpia mi casa, el amigo que me escucha, el vecino que me visita. Está allí en el que me manda mensajes de aliento, en el que me dirige la palabra justa que me remueve el corazón. Está allí.

 

¿Qué hace la diferencia entre ellos y yo?

 

La diferencia es el Amor que han profundizado.

 

¿Y cómo lograron profundizar el Amor? Sorpresivamente, en el dolor y el sufrimiento.

 

Porque en la enfermedad, en las dificultades, en los problemas, lo primero que experimento es un tiempo de negación, de cólera, donde quiero seguir mi vida como antes, un tiempo en el cual no quiero ceder frente a lo que me está pasando. ¿Rendirme? Jamás.

 

El orgullo, la soberbia, la arrogancia me llevan a no reconocer que soy débil. Mi carácter no me permite ver, oír o sentir a otro que a mí mismo. No admito mi brevedad, mi vulnerabilidad, mi pequeñez sino que refuerzo mi terquedad con todo tipo de acusaciones, de ataques y disputas hacia los que me rodean. Y, renegando, me quedo allí.

 

Al contrario, ellos, después de un tiempo de incomprensión y de rabia parecido al mío, empiezan a excavar, a ahondar en el entendimiento de este cuerpo que se debilita, de este corazón herido, de estos dolores extremos, de estas tormentas. Ellos dan sus brazos a torcer, sus mentes a doblegar, sus almas a someter, terminan por admitir sus errores, sus debilidades, sus equivocaciones y por aceptar la asistencia de los demás. Así, humildes, pueden llegar a Dios y lograr sentir lentamente Su Amor compasivo y misericordioso.

 

Tarde o temprano, yo también tendré que darme cuenta que no puedo solo, que necesito ayuda. Es en estos momentos, en los en que me daré por vencido, en que mis fuerzas me abandonaran, en que estaré en el fondo más hondo, en que mi voluntad se arrodillará, que mejor podre descubrir que Está allí.

 

Lo percibiré ante todo en ellos, las personas que realizaron antes de mí este camino de capitulación, de acatamiento, de devoción, este vía crucis.

 

Lo percibiré de manera extraña también en los suplementos de fuerza, ánimo, positivismo, oración, sabiduría, coraje y alegría, todos aquellos suplementos de Su Amor que me regalará en adelante para que aguante, discierna, ajuste la mirada, evalúe las decisiones, tome el sendero difícil y tortuoso de la responsabilidad, de la fidelidad y de la vida.

 

Entonces, como habré experimentado los dones de Su Amor, me lanzará a conquistar el mundo, a seducir a otros, a cautivar a indiferentes, a volver a calentar a enfriados, a amar a pesar de…

 

Amar a pesar de que no piensan y no actúan como yo, de que no se parezcan a mí, de que la tarea sea ardua, difícil, casi imposible, de que estoy cansado, de que mis piernas ya no me llevan, de que mi corazón está sangrando…. Amar a pesar de...mis caídas y las de mis hermanos.

 

Hasta dónde podre ir por los demás - a pesar de – me señala el Verdadero Amor, el que asumo y viene de ÉL.

 

¿Hasta dónde podré ir? ¿Hasta La enfermedad terminal? ¿La espera del niño fruto de una violación? ¿La reconciliación después de una infidelidad? ¿La llegada de un bebé con síndrome de Down? ¿La entrega de la vida para salvar a otro? ¿El perdón al asesino de mi hermano? ¿El don de mi persona hasta reventarme? ¿La lucha férrea para un mundo de justicia?

 

Pero ¿cómo podré experimentar Su Amor si sigo flojo en sacrificio, tenacidad, fidelidad, carácter, prefiriendo la facilidad al esfuerzo, la ternura light al cariño fortalecido por años de camino juntos, el ritmo de la rumba al cuestionamiento y a la contra corriente?

 

Sufrir, llegar al fondo de mis entrañas, negarme a mí mismo ¿seré yo capaz de hacerlo?

 

Por lo tanto, es precisamente eso que me lleva al Amor Divino. Es exactamente ese el Amor de Jesús, Su Amor de Pasión para mostrarme como vivir y ser plenamente feliz, ilustrar la manera en que Su Padre me Ama y, gracias a Su espíritu, incitarme a edificar y a resucitar con Él.